martes, 28 de febrero de 2012

Extractos de "Saga Vanir I: El Libro de Jade" de Lena Valenti.


1
“Caleb quiso correr hacia ella y consolarla. Abrazarla y mecerla hasta que no volviera a verla llorar en la vida.”

2
“Se paró en seco y abrió los ojos. Puso su mano izquierda sobre la zona de su garganta que él había chupado. La había mordido. El muy canalla... Le había clavado los colmillos, lamido y bebido como si ella fuera la solución a su sed.”

3
“A Caleb le dio un vuelco el corazón al ver lo bonita que ella estaba con su nueva dentadura. Eileen era explosiva, una bomba sexual, el sueño de cualquier adolescente salido o el juguete erótico predilecto de cualquier libertino. Eileen ahora era extremadamente irresistible.”

4
“Aileen se escondió detrás del coche, pero caminó lo suficiente para buscar con los ojos a Caleb. Caleb era prácticamente invencible. Berserker que se le tiraba encima, berserker que echaba a volar por los aires. Era cruel y muy violento en la lucha. Golpeaba a diestro y siniestro sin ningún tipo de inhibición. Era un animal y no lo ocultaba.”

5
“Empezó a respirar agitadamente. Olía el mango por todas partes y la boca se le hacía agua. Tenía hambre. Si su estómago seguía así, ella no se convertiría en lobo, sino en una inmensa y obesa vaca.”

6
“—Debes acudir a mí cuando te flaqueen las fuerzas —rozó su garganta con la nariz. —¿Me oyes, Aileen? Sólo a mí.
Oh, señor. ¿Y qué debía de hacer cuando le flaquearan las rodillas como le sucedía en ese momento? Hablar en ese tono tendría que estar penalizado por la ley. Y oler tan bien tendría que ser uno de los diez mandamientos.
«No olerás nunca a mango.»”

7
“Caleb era un hombre peligroso. Un luchador, un guerrero y un rival mortal para cualquiera que se enfrentara a él. No tenía compasión en el campo de batalla y además disfrutaba de lo que les hacía a sus adversarios. Era un verdadero artista de la guerra, en el caso de que la guerra tuviera algún tipo de arte. Pero era un hombre apasionado y lleno de recuerdos amorosos. Amaba a sus padres y se los habían arrebatado. Quería a Thor con devoción y se lo habían arrebatado. Ambos se habían salvado la vida mutuamente en varias ocasiones, pero Thor había desaparecido una vez de su vida y ya no lo había vuelto a ver más. Ahora sólo le quedaba Daanna, su única familia. En más de dos mil años de existencia no había conseguido vincularse con nadie más que no fueran ella, su padre Thor, Menw y Cahal. Era celoso de los suyos y muy protector. En el clan todos lo respetaban y lo consideraban el líder después de la muerte de Thor. Y él actuaba según esa etiqueta pero no por aparentar nada, sino porque eran valores que estaban en su propia naturaleza, en su corazón. No daba nunca el brazo a torcer, porque casi siempre llevaba razón, como también creía al cien por cien que él llevaba la razón respecto a Aileen y su relación con ella. Era un hombre duro e imponente por fuera, pero cuando ese caparazón se agrietaba, aparecía parte del niño que una vez había sido y el miedo por perder a aquellos que quería lo dejaba indefenso e inseguro. Sólo ella había visto esa parte de él y por eso él quería someterla constantemente. Él quería mandar. No le gustaba sentirse débil ante ella ni ante nadie.
Aileen tenía muchísimo poder sobre él, y se sentía turbada por el descubrimiento.”

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