sábado, 16 de julio de 2011

Extractos de “Percy Jackson y Los dioses Del Olimpo IV: La Batalla del Laberinto” de Rick Riordan.




1
“Corrí a la zona comunitaria, donde las doce cabañas, una por cada dios olímpico, formaban una U alrededor del césped central. Los chicos de Deméter barrían la suya y hacían crecer flores en los tiestos de sus ventanas. Les bastaba con chasquear los dedos para que florecieran madreselvas sobre el dintel de la puerta y para que el tejado quedara cubierto de margaritas. Lo cual era otra injusticia. No creo que hubieran quedado nunca los últimos en una inspección. Los de la cabaña de Hermes corrían despavoridos de acá para allá, tratando de esconder la ropa sucia bajo las camas y acusándose mutuamente de haberse birlado las cosas que echaban en falta. Eran bastante dejados, pero aun así me sacaban ventaja.”

2
“—Es Grover. Parece muy trastornado. Se ha pasado un año fuera buscando a Pan. Y cuando vuelve, las cosas aún van peor. Al principio pensé que quizá estaba saliendo con otro árbol.
—No —dijo Annabeth, mientras Enebro empezaba a llorar—. Estoy segura de que no es eso.
—Una vez se enamoró de un arbusto de arándano —musitó ella con tristeza.
—Enebro, Grover ni siquiera miraría a otro árbol.”

3
“—Que los muertos sientan otra vez el sabor de la vida —musitó—. Que se alcen y acepten esta ofrenda. Que recuerden de nuevo.
Vertió el contenido de las demás latas en la tumba y sacó una bolsa blanca de papel adornada con tiras cómicas. No la había visto desde hacía años, pero la reconocí: un menú infantil de McDonald's.
Le dio la vuelta y la sacudió hasta que las patatas fritas y la hamburguesa cayeron en la fosa.
—En mis tiempos usábamos sangre animal —murmuró el fantasma—. Pero con esto es más que suficiente. Tampoco notan la diferencia.
—Voy a tratarlos con respeto —dijo Nico.
—Al menos dejad que me quede el muñeco —rogó el fantasma.
—¡Silencio!”

4
“Quirón raramente se refería a Cronos como su padre. Quiero decir, todo el mundo sabía que lo era. Al fin y al cabo, todos los que formaban parte del mundo griego —dioses, monstruos o titanes— estaban emparentados de un modo u otro. Pero aun así aquel parentesco no era precisamente un detalle del que le gustara alardear. En plan: «Oh, sí, mi padre es el todopoderoso señor de los titanes que quiere destruir la civilización occidental. ¡De mayor me gustaría ser como él!»”

5
“«¡No te comeremos! —clamaban los caballos—. ¡Por favor, señor! ¡Basta de baños salados!»
—Con una condición —dije—: que sólo comáis lo que os den vuestros cuidadores. Nada de personas. ¡De lo contrario, volveré con más surtidores!
Los caballos relincharon y me hicieron un montón de promesas, asegurándome que en adelante se portarían como unos buenos caballitos carnívoros.”

6
“Annabeth me miró furiosa, como si tuviera ganas de darme un puñetazo. Y entonces hizo una cosa que me sorprendió todavía más. Me besó.
—Ve con cuidado, sesos de alga. —Se puso la gorra y desapareció.
En otras circunstancias, probablemente me habría quedado allí sentado el resto del día, contemplando la lava y tratando de recordar cómo me llamaba. Pero los demonios marinos me devolvieron bruscamente a la realidad.”

7
“Aún no había llegado, cuando oí que Quirón hacía un anuncio. Al comprender lo que decía, me detuve en seco.
—... aceptar que ha muerto —expuso—. Después de un silencio tan largo, no es probable que nuestras plegarias sean atendidas. Le he pedido a su mejor amiga que haga los honores finales.
Llegué a la parte trasera del anfiteatro. Nadie reparó en mí. Todos me daban la espalda y miraban a Annabeth, que tomó un largo sudario de seda verde con un tridente bordado y le prendió fuego. Estaban quemando mi sudario.
Ella volvió su rostro hacia la audiencia. Tenía los ojos hinchados de llorar, pero acertó a decir:
—Era seguramente el amigo más valeroso que he tenido. Él... —Entonces me vio—. ¡Está allí!”

8
“—Entiendo por qué lo hiciste, Percy. Te sentías responsable. Tratabas de protegerlo. Pero, si queremos salir vivos de todo esto, hemos de confiar el uno en el otro. Debemos...
Le flaqueó la voz. El suelo había empezado a temblar bajo nuestros pies.
Todo el mundo se quedó inmóvil. Clarisse gritó una única orden:
—¡Juntad los escudos!
Entonces el ejército del señor de los titanes surgió como una explosión de la boca del laberinto.”

9
“El dios del vino contempló a la muchedumbre congregada a su alrededor.
—¿Me habéis echado de menos?
Todos los sátiros se apresuraron a asentir y a hacerle reverencias.
—¡Oh, sí! ¡Mucho, señor!
—¡Pues yo no he echado nada de menos este lugar! —les soltó el dios—. Traigo malas noticias, amigos míos. Pésimas noticias. Los dioses menores están cambiando de bando. Morfeo se ha pasado al enemigo. Hécate, Jano y Némesis también. Zeus tonante sabrá cuántos más...
Un trueno resonó a lo lejos.
—¡Peor todavía! —añadió—. Ni siquiera el mismísimo Zeus lo sabe.”

10
“Me volví y me encontré a Dioniso allí mismo, vestido aún con su traje negro.
—Acompáñame —indicó.
—¿Adonde? —pregunté, suspicaz.
—A la hoguera del campamento. Estaba empezando a sentirme bien, así que se me ha ocurrido hablar un rato contigo. Tú siempre consigues ponerme de mal humor.
—Ah, gracias.
Caminamos en silencio por el bosque. Advertí que en realidad Dioniso andaba por el aire: sus lustrosos zapatos negros se deslizaban a un par de centímetros del suelo. Supuse que no quería manchárselos.
—Hemos sufrido muchas traiciones —empezó—. Las cosas no pintan bien para el Olimpo. Pero tú y Annabeth habéis salvado el campamento. No estoy seguro de si debo darte las gracias.
—Ha sido un trabajo en equipo.
Él se encogió de hombros.
—A pesar de todo. Yo diría que ha sido un trabajo bastante competente el que habéis llevado a cabo. Y he pensado que debías saber... que no ha sido del todo en vano.
Llegamos al anfiteatro y Dioniso señaló la hoguera. Clarisse estaba pegada a un corpulento chico hispano que parecía contarle un chiste. Era Chris Rodríguez, el mestizo que había perdido la razón en el laberinto.
Me volví hacia Dioniso.
—¿Vos lo habéis curado?
—La locura es mi especialidad. Ha sido sencillo.
—Pero... habéis hecho una buena acción. ¿Por qué?
Arqueó una ceja.
—¡Porque soy bueno! Irradio bondad, Perry Johansson. ¿No lo has notado?
—Eh...
—Tal vez me sentía apesadumbrado por la muerte de mi hijo. Tal vez pensé que ese tal Chris merecía una segunda oportunidad. En todo caso, parece haber servido para mejorarle el humor a Clarisse.
—¿Y por qué me lo contáis?
El dios del vino suspiró.
—Que me aspen si lo sé. Pero recuerda, muchacho, que una buena acción puede ser a veces igual de poderosa que una espada. Como mortal, nunca fui un guerrero, un atleta o un poeta muy destacado. Me dedicaba sólo a hacer vino. Los de mi pueblo se reían de mí. Decían que nunca llegaría a nada. Mírame ahora. A veces las cosas más insignificantes pueden volverse muy grandes.”

11
“Era mi padre. Iba con bermudas, con una camisa hawaiana y unas sandalias, como siempre. Llevaba la barba perfectamente recortada y sus ojos verde mar centelleaban. Se había puesto también una gorra muy maltrecha, decorada con anzuelos, que decía: «LA GORRA DE LA SUERTE DE NEPTUNO.»”

12
“—Hola, soy Paul Blofis.
Poseidón arqueó las cejas mientras se estrechaban la mano.
—¿Besugoflis, ha dicho?
—Eh, no, Blofis.
—Ah, vaya —replicó mi padre—. Lástima. A mí el besugo me gusta bastante. Yo soy Poseidón.
—¿Poseidón? Un nombre interesante.
—Sí, no está mal. He tenido otros nombres, pero prefiero Poseidón.
—Como el dios del mar.
—Justamente, sí.
—¡Bueno! —intervino mi madre—. Humm, nos encanta que hayas podido pasarte. Paul, éste es el padre de Percy.
—Ah. —Paul asintió, aunque no parecía muy complacido—. Ya veo.
Poseidón me sonrió.
—Aquí está mi chico. Y Tyson. ¡Hola, hijo!
—¡Papá! —Tyson cruzó el salón dando saltos y le dio a Poseidón un gran abrazo. A punto estuvo de tirarle la gorra.
Paul se quedó boquiabierto. Miró a mi madre.
—Tyson es...
—No es mío —le aseguró ella—. Es una larga historia.
—No podía perderme el decimoquinto cumpleaños de Percy —dijo Poseidón—. ¡Si esto fuera Esparta, Percy se convertiría hoy en un hombre!
—Cierto —convino Paul—. Yo antes enseñaba historia antigua.
Los ojos de Poseidón centellearon de nuevo.”

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