martes, 17 de enero de 2012

Extractos de Libros "Zafiro" de Kerstin Gier.


1
“—Ya sabes lo que nos advirtió mister George: si te quedas demasiado tiempo debajo de una ventana, corres el riesgo de que te vacíen un orinal en la cabeza.”

2
“Gideon hacía señas para parar un taxi al borde de la calzada. Naturalmente, enseguida pasó uno libre. Hay gente que siempre tiene suerte con eso. O una especie de autoridad natural. Mi abuela lady Arista, por ejemplo. No tiene más que quedarse junto a la calzada y mirar con aire severo para que los taxistas frenen en seco.”

3
“En realidad no es que yo leyera poco, y por eso siempre estaba dispuesta a informarla de mis lecturas; pero como Charlotte despreciaba por sistema lo que yo leía tachándolo de «poco exigente» y de «bobadas para niñas», en algún momento me había hartado y le había arruinado la diversión de una vez por todas. A veces hay que atacar a la gente con sus propias armas. El truco está en no mostrar ni la más mínima duda mientras se habla y en incluir al menos a un reconocido autor de éxito, preferiblemente a uno del que electivamente se haya leído algo. Además, cuanto más exóticos y extranjeros sean los nombres, mejor.
Levanté el mentón y miré a Gideon directamente a los ojos.
—Bueno, por ejemplo, George Matussek me gusta mucho, y Wally Lamb, Pjotr Selvjeniki, Liisa Tikaanenen; de hecho, me encantan los autores finlandeses, tienen un sentido del humor tan especial... Luego todo lo de Jack August Merrywether, aunque el último me decepcionó un poco; Helen Marundi, por descontado, Tahuro Yashamoto, Lawrence Delaney y, naturalmente, Grimphook, Tscherkowsky, Maland, Pitt...
Gideon parecía francamente desconcertado.
Puse los ojos en blanco.
—Rudolf Pitt, no Brad.
Las comisuras de los labios le temblaron ligeramente.
—Aunque tengo que decir que Nieve de amatista no me gustó nada —continué enseguida—. Demasiadas metáforas ampulosas; ¿a ti no te lo pareció? Mientras lo leía, no dejaba de pensar: «Esto lo ha escrito algún otro por él».
—¿Nieve de amatista? —repitió Gideon, y ahora sonrió abiertamente—. Ah, sí, yo también lo encontré terriblemente ampuloso. En cambio. El alud ambarino me pareció genial.
No pude evitar sonreír a mi vez.
—Sí, con El alud ambarino realmente se ganó a pulso el Premio Nacional de Literatura austríaco. ¿Y qué te parece Takoshi Mahuro?—Bueno, su obra de juventud está bien, pero encuentro un poco fastidiosa esa continua regresión a sus traumas infantiles —dijo Gideon—. De la literatura japonesa prefiero a Yamamoto Kawasaki o a Haruki Murakami.
Esta vez se me escapó una risita.”

4
“Amor no conoce ningún freno;
para él no existen puertas ni cerrojos
ni poder que limite sus antojos.
Amor no conoce principio ni fin.
Agitó siempre sus alas al viento
y así lo hará hasta el fin de los tiempos.”

5
“—Te quería mucho —dije finalmente.
Lucas me tendió un pañuelo y me miró con lástima.
—¿Estás segura? A mí no me gustan demasiado los niños. Encuentro que son una lata en general… Pero tal vez tú fueras un espécimen especialmente simpático. Seguro, vaya.”

6
“Su mano empezó a acariciarme los cabellos, y entonces sentí por fin el suave roce de sus labios.
«And every breath we took was hallelujah», cantó Bon Jovi en mis oídos. Siempre me había encantado esa condenada canción, era una de esas que podía oír quince veces seguidas sin cansarme, pero ahora además probablemente quedaría ligada para siempre al recuerdo de Gideon.
Aleluya.”

7
“Cuando Xemerius llegó a este punto de su relato, me entraron ganas de levantarme de un salto, salir corriendo a buscar a Charlotte y estrangularla, pero Leslie me estuvo alegando que la venganza es un plato que se sirve frío. Mi argumento de que mi motivo no era la venganza, sino el simple deseo de matar, no le pareció válido.”

8
“Pero entonces no deberían dejarme pasar tanto tiempo con él…
Porque aquel era un ejemplo más de la típica lógica de los Vigilantes: si hubieran querido impedir que me enamorara de Gideon, también deberían haberse preocupado de que fuera un estúpido sin ningún atractivo. Con cara de bobo, las uñas negras y un defecto de pronunciación. Y lo del violín también habrían podido ahorrárselo.”

9
“Gideon me sacó la aguja del sombrero, lanzó lejos al monstruo emplumado, me atrajo hacia sí y me besó.
Aproximadamente tres minutos después, me apoyé con la espalda contra el muro, sin aliento, e intenté mantenerme erguida.
—Eh, Gwendolyn, no tienes más que respirar normalmente, aspira y espira —dijo Gideon divertido.
Le di un empujoncito en el pecho. —¡Para ya! Es insoportable lo creído que eres.
—Lo siento. Solo es que... es una sensación tan fantástica saber que por mí te olvidas de respirar...”

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