1
“El francés que está detrás del mostrador hace un ruido hacia nosotros. Perdón, Chef Pierre. Estoy un poco distraída con esta obra maestra de chico Inglés Francés Americano.”
2
“Al mediodía sigo a la estampida de chicos hasta la cafetería. Evito la línea principal y voy directamente al mostrador con el elige-tu-propia fruta y pan, a pesar de que la pasta huele increíble. Soy una cobarde. Prefiero morir de hambre que pedir en francés. “Oui, oui” diría, apuntando palabras al azar de la pizarra. Entonces el Chef Handlebar me daría algo revuelto, y yo tendría que comprarlo sin vergüenza. ¡Por supuesto que quería ordenar pichón asado! ¡Mmm! Justo como los de abuela.”
3
“Tout pourvoir. Es francés.”
Excelente. El lema de los Oliphant que se me grabó en la cabeza desde la infancia, resulta ser FRANCES, y ni siquiera lo sabía.
Gracias, abuelo. Como si no me viera ya como una idiota. Pero ¿Cómo se suponía que tenía que saber que un lema escocés estaría en francés? Pensé que ellos odiaban Francia. ¿O esos solo eran los ingleses?”
4
“Él es tan hermoso, tan perfecto. Estoy mareada. Mi corazón martilla, mi pulso se acelera. Inclino mi rostro hacia el suyo, el responde con una inclinación lenta e idéntica hacia el mío.
Él cierra sus ojos. Nuestros labios se cepillan ligeramente.
“Si me pides que te bese, lo haré.” Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas.
“Bésame.” Digo.
Lo hace.
Nos estamos besando como locos. Como si nuestras vidas dependieran de ello. Su lengua se desliza en mi boca, gentil pero demandante, y no es algo que haya experimentado antes,
y de repente entiendo por qué las personas describen besar como derretirse porque cada centímetro cuadrado de mi cuerpo se disuelve en el suyo. Mis dedos agarran su cabello, tirando de él más cerca. Mis venas palpitan y mi corazón explota. Nunca he querido a alguien así antes. Nunca.
Él me empuja hacia atrás y estamos yaciendo, besándonos enfrente de los niños con sus pelotas rojas, de los hombres viejos con su ajedrez, de los turistas con sus mapas laminados y no me importa, no me importa nada de eso.
Todo lo que quiero es a Etienne.
El peso de su cuerpo sobre el mío es extraordinario. Lo siento (a todo él) presionado en mi contra, e inhalo su crema de afeitar, su champú, y esa esencia extra que es simplemente… él. El olor más maravilloso que pueda imaginar.
Quiero respirarlo, lamerlo, comerlo, beberlo. Sus labios saben a miel. Su piel tiene el más pequeño rastro de barba y cepilla mi piel pero no me importa, no me importa para nada. Él se siente maravilloso. Sus manos están en todos lados, y no importa que su boca ya esté en la parte superior de la mía, lo quiero más y más y más cerca.”
5
Estoy sorprendida por lo mucho que extrañaré Francia. Atlanta fue casa por casi dieciocho años, e incluso cuando solo he estado en París por los últimos nueve meses, me
ha cambiado. Tengo una ciudad entera que conocer el año que viene, pero no estoy asustada.
Porque tenía razón. Para nosotros dos, casa no es un lugar. Es una persona.
Y finalmente estamos en casa.
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